jueves, 10 de noviembre de 2011

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Ringo Starr se despidió de la Argentina con ayuda de sus amigos

ESPECTÁCULOS /  El legendario baterista de los Beatles prometió un par de Luna Park memorables y cumplió. Luego de dos noches de rock nostálgico queElArgentino.com presenció, Ringo y sus All star se despidieron cantando por la paz.
09.11.2011 | 14.23
Por Nicolás Peralta
Y de las tribunas se volvió a escuchar el retumbo aquel: "Dale Ringo, daledale ringo; y dale Ringo daledale Ringo”, la canción que tantas veces sonó. No peleaba Bonavena, esta vez los gritos no eran para él (ya no). El Luna Park bramaba por un viejito con aura de leyenda; su imagen, a diferencia del guapo de Parque Patricios, transmitía fragilidad, como de pequeño gorrión: petiso, flaquito, orejón, cabezón, algo acartonado en sus movimientos, mirada distraído tras anteojos ahumados y sonrisa a flor de piel. 

Ringo Starr, 71 primaveras llevadas con gracia, saltó, cantó, rió y golpeó la batería como en un sótano húmedo y caluroso de Liverpool en los 60`. Con su banda de viejitos piolas (virtuosos todos ellos), recorrió un combo de hitazos, que son el tesoro de cualquier radio de clásicos del rock, cocktail fácil y rendidor: con una onda entre ochentosa y sesentosa, de vieja escuela, pseudohippie, con algo de añoranza y un dash de simpatía. 

Estadio repleto, pasados cinco minutos de las 21 horas. Ringo, para arrancar, arremetió "It don´t come easy", canción compuesta con George Harrison en 1970, cuando los Fab Four se estaban separando y el futuro era incertidumbre. Ubicado en el fondo del escenario saludó sobrio, sin medir palabra, solo con las manos. Sin solución de continuidad arrancó el segundo: "Honey don’t", la canción de Carl Perkins, tema incluido en el disco en Beatles for sale. Recién, ahí, al finalizar esta canción, se escucho: “I`m Ringo Starr, Welcome” 

La noche discurrió con una corrección británica, entre aplausos y ovaciones, presentaciones formales de cada intérprete antes de cada canción y flores para la audiencia durante las dos horas de Show. 

La “All Starr Band” cumplió todo los clichés de lo que debería ser un concierto de Rock&roll clásico. Canciones conocidas, coro a la gente, palmas a gusto, juegos de luces y un sonido ajustado con miles de horas de vuelo (ensayo, le dicen) encima. Fórmula infalible que tanto cultivó el batero de Liverpool y esa fue la receta: Intro, primera estrofa, coro, segunda estrofa, coro, solos de guitarra, repite primera estrofa coro, repite coro y final. 

OhYeas por doquier y gritos motivadores a las masas que repiten como hipnotizados; todo esto apoyado en la experiencia, en la vigencia que tiene la categoría que los años no borra, hacían que en el escenario hubiese esa especie de equipo de veteranos, que sin vértigo juvenil, demuestra que se trata este juego con una formación tan tradicional como efectiva.
 
El virtuoso guitarrista Gary Wright -cara cortada a cuchillo, una mezcla extraña de Guido Süller y Cabito-, gran amigo de Harrison, y demostró porqué; Richard Page (de Mr. Mister), con su bajo; Gregg Bissonette (ex David Lee Roth, Steve Vai) en batería segunda imitando todo los movimientos de Starr y a un costado, como vigilando; el gran Edgar Winter (viejito loco si los hay: albino con corte rollinga y voz ronca que tocó teclados, saxo y timbales. Impresionante) fue muy aplaudido por el público local. Además el gordito simpaticón que tocaba en The Romantics, Wally Palmer, también rockeó de lo lindo. 

Obvio, Ringo, capitán del barco, con ayuda de sus amigos, puso su voz a los momentos más esperados y festejados de la noche de lunes: "Octopus's Garden", "Yellow submarine", "Boys", "Act naturally", "I wanna be your man". 

Tocando y cantando, ganó sus merecidos "olé, olé, olé, Ringooo, Ringooo", que lo encontraron sorprendido y esquivando regalos lanzados por los fanáticos. 

El final se fue acercando cuando interpretó "Photograph" (tema compuesto junto con George, para el disco Ringo del '73) y el del final: "With a Little help from my friends", cantado por todo el estadio. Cuándo el último acorde de "Give peace a chance", tema de Lennon, resonó las paredes del mítico estadio, el Luna viajó en el tiempo. 

Los jóvenes de hoy eran de ayer, los padres fueron hijos, y el frenético idealismo de antes se hizo presente como si estuviese pasando en aquellos años. Los aplausos se quedaron esperando un bis que no llegó. Aún así, el menos virtuoso, el simpático y querible Ringo, es, fue y será, la estrella de los Beatles.
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