Vinicio Alvarado llora con los Beatles
Por: Roberto Aguilar
Diario HOY . Editor de contenidos
Publicado el 30/Marzo/2014
La campaña de promoción turística All you need is Ecuador se lanzará simultáneamente en 19 ciudades del mundo. El jueves, en el Centro de Arte Contemporáneo, el ministro de Turismo presentó las piezas publicitarias.
Música de Lennon y McCartney para vender el Ecuador al mundo. Muy altivo. Muy soberano. Un dúo de violín y piano la ejecuta desde la sencilla tarima instalada discretamente tras las escaleras, en el gran vestíbulo del Centro de Arte Contemporáneo. All you need is love. Al fondo, las 130 sillas dispuestas en el patio no dan abasto para recibir a todos los invitados. El secretario-de-la-Administración-ministro-de-Turismo, Vinicio Alvarado, ocupa el puesto que le ha sido reservado tras el podio de los oradores. Las notas de la canción, una de las más emblemáticas del período lisérgico de los Beatles, se extinguen lentamente. El funcionario luce exultante. Dice “emocionante tarde”. Dice “sano orgullo”. Dice “momento inédito en la historia del turismo ecuatoriano”. Con este emotivo y sobrio acto oficial él se despide del menos importante de sus cargos y ha querido hacerlo cubierto de gloria: con la presentación de la campaña publicitaria oficial con la que pretende convertir al Ecuador en “potencia turística mundial”: All you need is Ecuador. Entre el público, un puñado de colegas del gabinete ministerial (Richard Espinosa, Fracisco Rivadeneira...), autoridades y empresarios del turismo, señoras y señores...
Un millón 300 mil dólares dice Alvarado que pagaron por la adquisición de los derechos de All you need is love. La licencia permitirá al Estado ecuatoriano utilizar la canción en cincuenta países durante un año, con la posibilidad de componer cinco versiones diferentes. Ante semejante revelación cabría preguntarse cuánto pagaron por Hey Jude (porque pagaron, ¿no?), pero si la noticia desata esta indeseada asociación en el auditorio, todo el mundo se cuida de guardársela para su fuero interno. Quizás nunca se sepa.
Rosas multicolores de exportación, de esas que llenan el espíritu de los ecuatorianos de innegable orgullo cívico nacionalista, circundan la tarima que ocupa Alvarado. Y tras él, una gran pantalla de altísima definición -cuyas bondades se ven disminuidas por la luz natural que baña el patio con cubierta transparente- se prepara para reproducir por primera vez en público el spot oficial de la ofensiva publicitaria. Pero antes, un poco de cifras sobre el estado del turismo en el Ecuador y algunos datos básicos sobre lo que se ha avanzado en estos ocho meses de trabajo del funcionario al frente de la cartera. Todo muy en la onda rendición-de-cuentas que en estos días se contagia como la viruela en el aparato burocrático correísta.
¿Y qué se ha avanzado? Básicamente, se ejecutó una campaña nacional para “hacer conciencia en los ecuatorianos de todo lo que tenemos” (campaña imprescindible, sin duda, pues sin ella nadie se daría cuenta) y se prodigaron esfuerzos por “construir una institucionalidad” que permita al país “responder a la aspiración de convertirse en potencia turística”. Lo primero implica llenar las carreteras del Ecuador con vallas gigantescas, para entusiasmo de las agencias de publicidad involucradas; lo segundo, crear una serie indefinida de viceministerios, subsecretarías y direcciones, y diseñar, con el concurso de los tecnócratas jóvenes y patriotas contratados para el efecto, los respectivos programas nacionales de desarrollo y de facilidad turística. El caso es que el país, en el primer trimestre de este año, ha recibido 18 por ciento más de turistas que en idéntico período del año pasado; y que ese 18 por ciento más de turistas, agradecidos de saber que hay tantos nuevos funcionarios preocupándose por ellos, tuvieron sin embargo las mismas dificultades que los de 2013 para encontrar un baño decente en la Ruta del Sol (hoy llamada del Spondylus), pues la campaña de adecentamiento sanitario iniciada por Freddy Ehlers hace un tiempo quedó en la nada.
Aplaude con ganas el público tras la presentación de cada pieza publicitaria. Nada más merecido: las ilustraciones son extraordinarias; los videos, de exquisita factura. El primero de abril próximo empezarán a circular simultáneamente en los canales de televisión y medios escritos de 19 ciudades del mundo. El número no es aleatorio. 19 son las letras del eslogan All you need is Ecuador, y cada una de esas letras, en versión gigante construida con estructura de aluminio, placas de policarbonato e iluminación interna, se colocará en un lugar (solo en uno) de cada una de esas ciudades. Así, por ejemplo, el inadvertido londinense que transite por Victoria Station, se verá inevitablemente atraído, como estrella moribunda por agujero negro, hacia la gigantesca Y, o N, o L, o la letra que sea que le toque a Londres y que se desplegará a su paso. Y como el tren puede esperar y la capital inglesa es tan falta de estímulos visuales como de propuestas culturales, se dejará convencer mansamente por los promotores turísticos que le abordarán con souvenires de paja toquilla, leerá atentamente el material impreso que le entreguen, navegará en la página Web respectiva y entenderá que la vida no es vida si no visita este rinconcito de los Andes. De pronto, la canción de los Beatles con la que le acunó su madre se vaciará de todas las imágenes y asociaciones culturales que la acompañan (las gafas redondas de John Lennon, el escenario lleno de flores y grafitis de Peace and Love, la Union Jack pintada con toques sicodélicos, el LSD, una terraza de Abbey Road Studios, Mick Jagger haciendo los coros desde el borde del escenario, cierto pub de Covent Garden...) y se llenará de jaguares, nevados andinos y piqueros de patas azules.
Los responsables de tanta maravilla son jóvenes creativos ecuatorianos a quienes ya presenta oscuramente Vinicio Alvarado. Oscuramente, porque no termina de decir a qué agencias pertenecen (con excepción de Vértigo, responsable del video). A alguno de ellos ni siquiera identifica por su nombre. Sólo dice que ganaron un concurso. Y como el concurso, se supone, fue convocado por el ministerio de Turismo, resulta extremadamente sospechoso escuchar a Andrés González, de Vértigo, agradecer, fuera de libreto y con el corazón en la mano, “a Huma, porque confiaron en nosotros”. ¿Huma? ¿No era la agencia del mismo Alvarado? ¿Y qué hace aquí? ¿Concursó?
Termina el acto. Alvarado se emociona. Mucho. Anuncia que éste es su último acto oficial como ministro de Turismo. Se despide con voz quebrada. Acelera sus últimas palabras (“los quiero mucho, muchas gracias”), abandona el podio y se pierde entre el grupo compacto de funcionarios que permanecen de pie a la izquierda del patio. Con un vago gesto y la cabeza baja, rechaza a la prensa que lo acosa con micrófonos y grabadoras. Evidentemente no quiere ser visto y, por un segundo que se hace eterno, no sabe dónde ponerse: dos gruesos, auténticos lagrimones nublan sus pupilas. Hay que ver cómo le emocionan los Beatles.
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